Crítica de 'Grupo 7', hay que verla

No nos extenderemos ni seremos demasiado efusivos al hablar de 'Grupo 7' que cuando se general demasiadas expectativas las posibilidades de llevarse un chasco son altas. Pero sí diremos sinceramente que salimos encantados del pase de 'Grupo 7'.

El cine español comienza, por fin, a deslocalizarse de Madrid y Barcelona y a situarse en otras provincias. En este caso Alberto Rodríguez se lleva la acción a una Sevilla pre-Expo que debe ser limpiada de yonkis. Un grupo especial de la policía de métodos dudosos se encargará de ello.

Lo primero que hay que destacar es el reparto. Como siempre, Antonio de la Torre lo borda. Mario Casas está sorprendentemente bien, seguramente es el mejor papel de su carrera. Probablemente sea también en el que más espacio se ha dejado al trabajo y dirección de actores. Da hasta donde puede (no se atreve, por ejemplo, con el acento sevillano) y está más que correcto.

Los otros dos miebros del Grupo 7 José Manuel Poga y Joaquín Núñez son todo un descubrimiento. Destaca Estefanía de los Santos que da una profundidad genial a uno de los mejores personajes de la pelícual: La Caoba. Julián Villagrán es el particular Bubbles de esta historia.

La referencia a 'The Wire' no es gratuita. No la compararemos directamente porque no queremos cometer sacrilegio, pero sí es cierto que 'Grupo 7' bebe de la serie de David Simon: en su manera de narrar la historia, en su crudeza y en la intención de tener muy claro lo que se quiere contar.

Además, hay que hacer mención especial al guión. Es de agradecer una película policiaca española y con temática de drogas en la que el guión no está escrito como el doblaje de una película de Tarantino. Eso acompañado por las interpretaciones y por la cuidada dirección de Alberto Rodríguez hace que sea un gusto ver la película.

'Grupo 7' no es una película maniqueista. No hay buenos ni malos. Sólo diferentes formas de ver la vida, de vivir y de sobrevivir.