Crítica de 'Birdman', la -no tan inesperada- virtud de la ignorancia
Crítica de 'Birdman', Michael Keaton la -no tan inesperada- virtud de la ignorancia
La vida es lo que ocurre sobre los escenarios. Todo lo demás es ruido de fondo. Una masa turbia, gritona e informe que trata desesperadamente de alcanzar la bendición del aplauso del público, para sentirse realizada. Aprovechando la creciente moda de los blockbusters de las películas de superhéroes, el padre de los 'Amores Perros' Alejandro González Iñárritu se postula como uno de los grandes favoritos a los Oscars 2015 con esta desmitificadora -y a la vez melancólica- aproximación a ese gran circo de las vanidades que es el cine.
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Protagonizada por Michael Keaton como un Riggan Thompson que podría ser él mismo, realidad y ficción se entremezclan en 'Birdman', como un delirio tóxico que se resiste a sucumbir a ese último fundido en negro con el que cae el telón. ¿Fue Michael Keaton quien se hizo famoso en los noventa interpretando a Birdman, o su personaje? Responsable de abrir la veda mucho antes de que todos los Robert Downey Jr, Christian Bale y Hugh Jackman se embutieran en sus uniformes de superhéroes, la carrera de Riggan Thompson nunca volvió a brillar con la misma intensidad desde que fuera el Batman de Tim Burton, adentrándose en el tercer acto de su vida con la sombra de aquel enmascarado de antifaz oscuro sobrevolando a su alrededor.
Un actor devorado por el poder mediático de su personaje, y que de la mano de González-Iñarritú busca esa reafirmación como individuo que le permita escapar de las garras de esa monstruosa criatura que vuelve todos los días para alimentarse de su hígado. Para establecer los límites del terreno de combate, el director de 'Babel' y '21 Gramos' reduce la escena a su mínima expresión, convirtiendo un envejecido local de Broadway en el equivalente a aquellos primitivos teatros con su estrecha relación entre publico y actor.
La ficción en su forma más pura, directa y salvaje, a través de un film milimétricamente medido, con la que el cineasta nos introduce en las entrañas de las bambalinas, en un interminable plano secuencia que recoge constancia de las miserias, dudas e inseguridades que rodean a los interpretes que se ocupan de dar vida al espectáculo ceremonial que permite que el mundo siga girando. Todas las cicatrices personales, inyecciones de ego, éxitos y sueños frustrados, logros resultado de mantener en marcha la maquinaria de nuestro insaciable apetito de historias se condensan a través de los pasillos en los que se desarrolla esta tragicomedia existencialista del esperpento humano, en la que Keaton ejerce como astro solar, con un lustroso carrusel de satélites girando a su alrededor.
Siendo ante todo una película dedicada a ese desastre humano, trastornadamente ridículo y calamitoso que son esos actores que -más allá de la condición divina a la que los erigimos- tanto se parecen a nosotros, 'Birdman (o La Inesperada Virtud de la Ignorancia)' es ante todo una película de actores, en la que no hay ningún engranaje que falle por pequeño que sea su papel. Así que aunque está concebida en torno a la piedra angular que es un Michael Keaton que en 'Birdman' tiene la película de su vida -en todo aspecto imaginable-, el film de Iñarritú nos brinda varias interpretaciones para el recuerdo, que complementa a este venido a menos que lo arriesga todo por una última oportunidad de dejar huella.
Interpretaciones como la de Edward Norton como díscolo monstruo actoral que lo da todo en los escenarios pero es incapaz de sentir nada fuera de ellos, Naomi Watts como esa niña que soñaba con ser actriz y ahora que lo ha conseguido se ve desbordada por su sueño, una bipolar Andrea Riseborough que usa el escenario como vehículo para su inestable pasión, o Zach Galifianakis como agente y amigo al borde del ataque de nervios, mientras trata de mantener la cordura dentro de esa jaula de grillos en la que se gesta la ficción. Todos dejan un poco de si mismos para abordar las diferentes caras del cine, en las que tampoco faltan una enorme Emma Stone como hija desatendida que deambula alrededor de Riggan como recuerdo de sus fracasos personales, una ex-esposa -Amy Ryan- que siempre aparece en el momento oportuno para ejercer como conciencia maternal o Lindsay Duncan a la cabeza de todo el ejército de críticos feroces, bloggers, fanboys, amantes de lo sórdido y demás fauna que aparecemos alrededor de estas figuras mediáticas.
El resultado es un vodevil del absurdo, tan magnético como absorbente, sobre esta grandiosa estupidez que es el cine. Una industria a la que sus amantes, partícipes y celebridades hemos erigido como escala con la que se miden los hombres, y por la que se validan disparates tan inexplicables como la fama, la construcción de deslumbrantes falsos ídolos sobre moldes de carne y barro, siempre en pos de que el espectáculo pueda continuar. Ni siquiera un final tan dubitativo e indeciso como su desastroso protagonista empaña el resultado de esta genial sátira sobre lo ficticia que es en si misma esa falsa sensación de relevancia que obtenemos a través del aplauso pasajero.
Algo con lo que el siempre mordaz Peter David ironizaba en una de sus líneas sobre la vacuedad del poder y la influencia de las grandes figuras de Hollywood a las que tanto idolatramos con un “imagínate todo ese poder desatado, ¿cuantos edificios se desmoronarían a tu paso?”. El Riggan de Michael Keaton encarna toda esa borrachera de poder momentáneo de la que todos somos cómplices, y tan adictivo e irresistible resulta. Dispuesto a todo para dejar atrás al personaje y ser recordado por el mismo, en un tiempo en el que los arquitectos de la ficción y sus vidas se han convertido en los protagonistas de la ficción misma, cabe agradecer que películas como 'Birdman' nos inviten a poner las cosas en contexto recordando lo ridículo que resulta todo.
O en otras palabras, ¿de que va 'Birdman'? Como dice el título que la acompaña, de la inesperada virtud de la ignorancia. Una sátira completamente recomendable para quien busque una propuesta diferente y estimulante, y que aborda ese deseo tan humano que nos impulsa a querer dejar huella en la posteridad, a pesar de ser conscientes de que no somos más que una pequeña marca de tinta en un pliegue de papel, dentro de un rollo de papel higiénico. Un engaño del que voluntariamente formamos todos parte, y con el que nos resguardamos de una realidad que preferimos no tener que afrontar. Un engaño que nos gusta sentir como real, y que mientras más real queremos hacerlo, más evidente resulta que solo es una gran y deliciosa farsa.
Y si con esto todavía no tenéis suficiente para ver la película de Keaton y González de Iñarritú, aquí tenéis 17 razones para ver 'Birdman'. El trailer primero, como manda la tradición.