Adam Sandler: superhéroe, vaquero y haciendo historia en Netflix

Quién lo iba a decir, eh. Adam Sandler, el superhéroe que hace historia en Netflix porque es un genio es algo que nadie esperaba.

“No pienso verla”, “Me cae mal”, “No tiene gracia” o “Todas sus pelis son una mierda y además son machistas, racistas y escatológicas” Ahí están los discursos más repetidos, por contagio, de millones de personas sin criterio que, además, pecan de hipócritas en cuanto tienen ocasión. Que quede clara una cosa: ni es un fracasado ni es un tipo que no sepa al detalle lo que hace. Aunque películas como Niños Grandes estén en la cola de sus creaciones, nadie en su sano juicio podría criticar a un tipo que se permite regalar unas vacaciones pagadas a sus amigos cada vez que rueda películas en sitios exóticos, como en Juntos y Revueltos (Blended), una de esas menospreciadas comedias románticas donde lo principal es partirse de risa antes que el amor.

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Lejos quedan sus inicios compartiendo piso con su colega Judd Apatow y su aparición en media docena de episodios de La hora de Bill Cosby, lo que le llevó a la plantilla de Saturday Night Live de 1990 a 1995, convirtiendo al humorista en un icono del humor judío grotesco que se dejó ver en Los Caraconos y que alcanzó la fama definitiva con Cabezas Huecas (Airheads) y Billy Madison. Con Happy Gilmore, su primera colaboración con Dennis Dugan, amasó millones y se convirtió en un seguro de vida.

La crítica le daba la espalda, pero el culto tras el humorista era más fuerte. Un detalle es el infalible recorrido en comedias estupendas durante un buen puñado de años: The Waterboy, Big Daddy, Little Nicky o la prestigiosa Punch Drunk Love de Paul Thomas Anderson, que le brindó una nominación a los Globos de Oro.

Tras ellas llegó un periodo de películas más aparatosas que divertidas, como Ejecutivo Agresivo, que podría haber sido mucho más divertida. Durante los años siguientes, Sandler tuvo tiempo de parir obras maestras como 50 primeras citas, inolvidable y directa al corazón comedia romántica sostenida en una tragedia, un remake de la deportiva y carcelaria The Longest Yard que era mejor que la original o un durísimo drama post-11S que te rompía el alma titulado Reign Over Me.

Cediendo un poco a la comedia tonta (pero muy efectiva) de Chuck & Larry volvió a ser acusado de todo, así que con la ayuda de Apatow crearon a Zohan, una comedia alucinante, trepidante y, sobre todo, desternillante.

A las órdenes de Apatow llevaría el peso de Funny People, donde todo estaba en su sitio, aunque pecase de una excesiva duración, la losa de Judd Apatow tras las cámaras.

Después, tres errores como Niños Grandes, Sígueme el rollo o Jack y su gemela no ayudaron precisamente a auparle a los cielos, así que la solución fue sencilla: That’s my boy. Un regreso al espíritu de los noventa (literal) secundado por su tropa habitual y por nuevas incorporaciones alucinantes, como Will Forte o Andy Samberg o el gran Vanilla Ice, un tipo que ha demostrado saber reírse de sí mismo mejor que nadie. Gracias a Hotel Transylvania volvió a amasar millones (más en la segunda y superior entrega) y a pagar otras vacaciones en Niños Grandes 2, tan fallida como la original, pero a quién le importa si luego vuelve a formar equipo con Drew Barrymore en la mencionada Blended. Sandler volvería a ponerse serio en la película de Jason Retiman Hombres, mujeres & niños, uno de esos filmes de autor que en el fondo representan una forma de pensamiento rancia y estancada que hacía imposible simpatizar con ella.

Sus últimas balas fueron la interesantísima The Cobbler, dirigida por Tom McCarthy, un director extraordinario que ha demostrado se un imán de premios con obras maestras como The Station Agent (el mejor trabajo en la carrera de Peter Dinklage), The Visitor o el Oscar a mejor película del año pasado, Spotlight. Lo más alucinante de The Cobbler, a la que nadie hizo caso, es que estamos ante una comedia dramática que en realidad es una historia de superhéroes. Sí, has leído bien: Adam Sandler tiene una película de superhéroes que nadie ha visto por las razones entrecomilladas del principio del texto. Y es excelente.

Su último batacazo fue Pixels, que a pesar de estar muy lejos de las cifras pretendidas, triplicó su presupuesto, aunque aquí la culpa debería ser para Chris Columbus, un tipo que se ha quedado anticuado y en un guión al que, sencillamente, le faltan partes. Una pena, porque no se me ocurren muchos más cómicos del calibre de Sandler que hayan gastado más dinero en las recreativas que se suponía debían invadir el mundo.

Y entonces llegó Netflix, plataforma con la que Sandler ha firmado un acuerdo de colaboración por cuatro películas, y los resultados han sido históricos para la plataforma. La primera, The Ridiculous 6, fue un éxito sin precedentes para la compañía, que afirmó que tras su primer mes en emisión había sido lo más visto en la historia de la plataforma. Poca broma, eh.

The Do Over, la segunda colaboración, era aún mejor: un thriller conpira-paranóico entre el Seconds de John Frankenheimer y una peli de Michael Bay con un clímax que recordaba al primer Beverly Hills Cop.

Su próxima exclusiva con Netflix llegará esta primavera y promete ser una fiesta para los fans… y una mina de oro para sus haters: Sandy Wexler es una comedia protagonizada por uno de esos extravagantes perdedores que tan bien recrea Sandler y, además, está ambientada en el mundo del cine de los años 90. No podemos pedir más.

¿Es un genio? ¿Un incompetente? Desde luego, si te paras a pensarlo un segundo, tiene más de lo primero que de lo segundo. Esperamos de corazón que hayas llegado hasta aquí y que hayas anotado algún título pendiente de uno de esos talentos que echaremos de menos dentro de unos cuantos años, cuando revisitemos algunos de sus clásicos (sí, has leído bien: clásicos) añorando los buenos tiempos.

Adam Sandler, el superhéroe que hace historia en Netflix, siempre es una opción estupenda para cualquier noche.