Cómo la TV por internet ha cambiado nuestras vidas
El primer videoclub de la historia abrió en 1977 en la ciudad de Los Ángeles, dando comienzo a una industria que a mediados de los años 2000 contaba con unos 30.000 establecimientos activos en los EEUU. Aunque el consumo de películas y series es más popular que nunca, hoy los videoclubes son una rareza. ¿Qué es lo que ocurrió? Netflix, empresa fundada en 1998 con una inversión de unos 2 millones de dólares, fue la que cambió el paradigma de desplazarse hasta una tienda para alquilar películas, con un modelo de negocio basado en enviar DVDs por correo postal. Posteriormente, ofreció una suscripción mensual con alquileres ilimitados, pero el gran cambio llegó en 2007, cuando empezó a ofrecer contenidos a través de internet. Esta novedad, que con el tiempo sería copiada por otras empresas como HBO, Amazon o Hulu, es la que ha cambiado para siempre nuestra forma de ver la televisión. Veamos algunos de los principales cambios en nuestros hábitos producidos durante ese tiempo:
Adiós a los horarios y la publicidad
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La televisión tradicional gira en torno al concepto del “prime time”, la franja horaria en la que las cadenas estiman que habrá más espectadores viendo sus programas y la publicidad que los acompaña. Esto ha cambiado por completo con la televisión por internet, que puede ser disfrutada a cualquier hora y sin anuncios. Aunque las plataformas renuncian a los ingresos por publicidad, compensan esto con un público mucho fiel que se cuenta por millones (actualmente Netflix tiene 158 millones de suscriptores en todo el mundo). Este nuevo paradigma está haciendo que las mediciones tradicionales de audiencia estén quedando obsoletas.
Ver temporadas completas
Esta costumbre, denominada “binge-watching” en inglés, es cada vez más popular, y consiste en ver tantos capítulos seguidos de una serie como permita el tiempo, a veces incluso una temporada completa de una sentada. Esto ha aumentado enormemente la popularidad de las series episódicas, que antes exigían estar pendiente del televisor una semana tras otra, o esperar a que la serie se editara en vídeo. Conscientes de estas preferencias, las empresas de televisión por internet a menudo suben todos los capítulos de una temporada simultáneamente. Sin duda estamos viviendo una época dorada de las series, las cuales están igualando cada vez más al cine, tanto en calidad de producción como en guiones. El lado oscuro de todo esto es la creciente adicción a la TV, dándose numerosos casos de personas que permanecen viendo sus series predilectas hasta altas horas de la madrugada.
Mayor variedad de contenidos
Antes de la aparición del vídeo bajo demanda, las cadenas tenían criterios muy estrictos para aprobar qué series se producían, no siempre exigiendo la mayor calidad ni creatividad, sino que los capítulos piloto cumplieran con una serie de métricas. Cuando Netflix se propuso atraer a los creadores de contenido eliminó este tipo de requisitos, confiando plenamente en los autores e incluso ofreciéndoles realizar temporadas completas sin la necesidad de presentar un piloto. Además, la plataforma no suele intervenir en las decisiones creativas. Esto no quiere decir que Netflix no cancele series, pero el éxito de estas depende enteramente del talento de sus creadores.
Series internacionales
Hace unos años habría sido difícil concebir que una serie española tuviera éxito a nivel internacional, pero ese ha sido exactamente el caso de La casa de papel, Élite o Las chicas del cable. La enorme difusión que garantizan las plataformas de TV por internet permite a productoras de todo el mundo invertir con mayor confianza, un fenómeno demostrado por el éxito de series como Dark (Alemania), Suburra (Italia) o distintas producciones coreanas.
Nuestros gustos determinan los contenidos
Una de las principales diferencias de las plataformas de vídeo bajo demanda respecto a la televisión tradicional es que las primeras poseen datos sobre todo lo que ven sus suscriptores. Este caudal de información permite no sólo ofrecer listas de recomendaciones personalizadas, sino determinar con bastante precisión los gustos generales de los espectadores, algo que influye en el tipo de series y películas que las plataformas producen o adquieren. Saber lo que desea el público se está convirtiendo en un proceso casi científico.
Los grandes estrenos no están sólo en el cine
Hasta hace bien poco era inconcebible que un director de prestigio estrenara sus películas en televisión en lugar de en el cine, pero esto ha cambiado con producciones como Roma, del oscarizado Alfonso Cuarón, o El irlandés, de Martin Scorsese. El experimento ha tenido éxito, y aunque una TV nunca será como el cine, habrá que acostumbrarse a disfrutar ciertos estrenos en el salón de nuestras casas. Algunos de estos estrenos están disponibles antes en unas regiones que en otras, puesto que utilizando la geolocalización IP, las empresas pueden controlar qué contenidos sirven a qué países. Los usuarios han aprendido que el uso de servicios VPN les permite saltar esas barreras y ver los servicios asignados a cualquier país.
Competencia por crear los mejores contenidos
Algunas de las series estrella de Netflix provenían del universo Marvel (Daredevil, The Punisher), pero Disney (propietaria de Marvel) pronto entendió que el pastel del vídeo bajo demanda era demasiado jugoso para ceder su propiedad intelectual, por lo que retiró a Netflix el permiso para usar sus personajes y creó su plataforma Disney +, donde ahora ofrece series como “The Mandalorian”. Las distintas plataformas existentes (HBO, Amazon…) están siguiendo el mismo camino, compitiendo por crear contenidos exclusivos que atraigan al máximo número de suscriptores.
Como puede verse, el panorama televisivo actual no tiene nada que ver con el de hace una década. Algunos señalan que las plataformas de televisión por internet supondrán la muerte del cine, pero el número de entradas vendidas se ha mantenido estable a lo largo de los últimos años. Más bien parece que los contenidos de la pantalla pequeña y la pantalla grande convivirán y se retroalimentarán más que nunca, redundando en beneficio del espectador. El futuro sólo acaba de empezar.