Crítica de 'El Gran Hotel Budapest', los Oscars vs Wes Anderson
Crítica de 'El Gran Hotel Budapest', la vida como un cómic indie
Hay una película de Batman de Wes Anderson esperando a hacerse, y 'El Gran Hotel Budapest' es la mejor prueba de ello. Basta con ponerle al Mounsieur Gustav H. la máscara que luciera Adam West y al servil mozo portería Zero Moustafa, y el delirio visual que nos ofrece en esta ocasión el director de 'Moonrise Kingdom' y 'Los Tenenbaums: Una Familia de Genios' no se aleja demasiado de una versión estilizada y glamurosa de aquel Batman pop de sesenta.
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Jude Law estará en el 'The Grand Budapest Hotel' de Wes Anderson
Con una paleta irresistible de colores para dar vida a una imposible época pasada situada en unos idílicos Alpes de entre-guerras, dejarse llevar por los versos del personaje de Ralph Fiennes o las hiperactivas correrías de su atento sidekick es como verse arrastrado a una pastelería artesanal habitada por seres diminutos o a la más encantadora y detallada casa de muñecas vintage creada por el hombre. Un bande dessinée franco-belga hecho película, que bien podría haber venido firmado por Hergé, Rob-Vel o Goscinny y Uderzo.
Relatado como una historia dentro de otra historia, la perspectiva de un joven inmigrante sin hogar ni familia se convierte en la nuestra, para adentrarnos en las entrañas del hotel-balneario que da nombre a la cinta. Como un lugar de otra era en un tiempo ya preterito, el hotel es la extensión repleta de trampillas, recovecos y estancias de juguete de un excéntrico gerente con pasión por las señoras de avanzada edad -y quien dice avanzada dice avanzada- al que da vida Fiennes.
Un romántico remilgado cuya pasión por el encanto de los modales y la caballerosidad de lo antiguo no ocultan una evidente decadencia, y que se convierte en el epicentro de una rocambolesca trama de herencias, asesinatos y otras desventuras. Tomando bajo su tutela al joven aspirante a botones, entre Gustav y Zero se desarrolla una quijotesca relación entre un mentor que solo podría describirse como un soñador anticuado y un escudero dispuesto a todo para asistirle en las descabelladas peripecias en las que se ven envueltos.
Con una colección de secundarios a cada cual más singular que el anterior constantemente en movimiento, 'El Gran Hotel Budapest' probablemente se merezca la mayoría de los premios a los que está nominado dentro de los apartados visuales. Quizás no en el sentido que lo harían películas como 'Transformers' o 'Interstellar', pero desde luego que lo que crea aquí Anderson en una combinación milimétricamente medida de fotografía, vestuario, maquillaje, diseño de producción, sonido y música es una obra única que despide encanto y carisma en cada uno de sus fotogramas.
Pero en lo que respecta a la trama dista de ser la película de Wes Anderson más redonda de toda su carrera, presentándose más un espectáculo paisajísitico que invita a dejarse llevar sin pedirle demasiadas complicaciones, que como una verdadera contendiente seria a conseguir el premio a mejor película en los Oscars 2015. O en otras palabras, el 'Gravity' de este año, en la forma de un orgasmo hipster de colores interminables para los nostálgicos de los juguetes retro, los vinilos y los cuentos de ilustraciones clásicos.
¿De que va 'El Gran Hotel Budapest'? De las disparatadas aventuras de un par de calamidades fuera de época, y de los pintorescos personajes que rodean a es reducto de otro mundo que es el hotel alrededor del que giran sus vidas.