Crítica de 'La Guerra del Planeta de los Simios', la piel humana
Conluye la trilogía de ciencia ficción protagonizada por Andy Serkis con nuestra crítica de 'La Guerra del Planeta de los Simios' de Matt Reeves
Simio, humano o de cualquier otra especie intermedia, pocos pueden negar que 'El Origen del Planeta de Los Simios' (Rupert Wyatt, 2011) supo devolver la esperanza a una saga que se había hundido desde mucho antes de que Tim Burton gobernase la Tierra. Ni siquiera hizo falta que llegase el cineasta de 'Eduardo Manos Tijeras' y 'Beetlejuice' para torpedearla del todo. Cualquier condición de culto que pudiera conservar la pentalogía original, difícilmente podría aguantar el paso del tiempo, más allá de la película original de Franklin J. Schaffner. Porque -sí- el film protagonizado por Charlton Heston sigue siendo merecedor de toda su condición de clásico imperecedero del cine de la ciencia ficción. Pero en cuanto nos adentramos en 'Regreso a...', 'Huida de...', 'La Rebelión de...', 'Batalla por...' y todas esa interminable ristra de tramas cenradas en Cornelius, Zira, César y compañía, se hace dolorosamente evidente que nos hemos metido de lleno en la zona prohibida de las mejores intenciones que resultados.
Tráiler final de La guerra del planeta de los simios, la guerra del verano
Trailer de 'La Guerra del Planeta de los Simios'
Es fácil de entender que cuando se anunció que Tim Burton llevaría a cabo un reinicio de la saga, los espectadores de finales de siglo abrazaran la noticia con entusiasmo. Habían pasado 27 años desde el estreno de la última entrega de la saga, y si bien la película original era difícilmente superable, en las secuelas había mucho que se podía mejorar. Además, se trataba del mismo director que venía de ofrecernos hits como 'Ed Wood', 'Mars Attack!' y 'Sleepy Hollow'. ¿Qué podía salir mal?
Dónde comenzó todo
El rechazo unánime del fandom magnificado por aquellos primeros días del auge de los foros y sitios de opinión en internet, y la carrera de Burton hundida de forma que nunca ha conseguido reponerse del todo. Si somos justos, algún día debería ser necesario reivindicar las virtudes de su remake de 'El Planeta de los Simios'. Pero Tim Burton cometió el error de pretender hablar de tú a tú con el clásico absoluto de Schaffner, y ni toda su potente imaginería visual sirvió para sobrevivir a la lapidación a manos del respetable. Poco futuro parecía aguardarle a los simios tras semejante fiasco, y sin embargo 20th Century Fox volvió a intentarlo diez años más tarde, saliendo airosa en un proyecto sin apenas nombres de primera fila, en una empresa en la que ni siquiera alguien tan aclamado como Tim Burton había conseguido escapar indemne.
Estrenada en 2011, para entender el éxito de 'El Origen del Planeta de los Simios' sería importante tener en cuenta varios factores de la misma. El primero, saber alejarse lo suficiente de la idea del remake tradicional como para ofrecer algo nuevo. Algo que pudiera ser más estimulante y atractivo que vestir con nuevos efectos especiales y una potente puesta de escena realista la misma historia que nos contase la original. El segundo, buscar un punto de interés suficientemente atractivo, como para que espectadores viejos y nuevos pudiéramos sentirnos encomiados a acudir al cine en masa. Algún cabo suelto, elemento, momento o espacio crucial de la cronología original que apenas hubiera sido abordado, y aferrarse a él hasta asegurarse de explotar la mayor parte del potencial que esto ofrezca.
La intentona de Burton
En este aspecto, la tercera saga de 'El Planeta de los Simios' supo aprender de los aciertos de 'Batman Begins', y en lugar de embarcarse en una carrera suicida contra la película clásica, se centró en explorar como los simios desbancaron a la humanidad como especie dominante de la Tierra. Olvidándose del astronauta Taylor o cualquier derivado del mismo para centrar su protagonismo integramente en César -el legendario chimpancé líder de los simios, visto por primera vez en 'Escape del Planeta de los Simios'-, la nueva trilogía se enfrentó a las mucho más vulnerables y poco conocidas secuelas de la saga original, y atraernos con un episodios vagamente explorado de la pentalogía con la que empezó todo.
A fin y al cabo, ¿a quién no le interesaría ver una aproximación realista de cómo (spoiler) los simios se apoderaron de nuestro planeta, mientra la humanidad se veía reducida a las balbuceantes hordas que los señores mono cazaban a placer? Aquí es cuando entra en juego un tercer y último factor que puede resumirse con dos nombres propios: Andy Serkis y Weta Digital. Tanto el actor especialista en papeles mediante captura de imagen como la compañía de efectos especiales se erigieron como verdadera alma de la nueva trilogía, concediéndole a su primera entrega tanto los medios como el sentimiento que requería.
La trilogía de César
Tres años después, el actor que interpretase a Gollum y King Kong y la empresa responsable del apabullante apartado visual de films como 'Avatar', 'Distrito 9', 'El Libro de la Selva' o 'Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas' volvían a repetir. Y si bien el único cambio relevante fue el de la sustitución de Rupert Wyatt por Matt Reeves, a partir de este punto, todo se dividiría en dos líneas temporales diferentes. La de los que siguieron disfrutando de la trilogía con 'El Amanecer del Planeta de los Simios', y la de los que no.
Llegado a este punto, me gustaría poder decir que formo parte del primer grupo, pero -si bien el trabajo de Weta Digital, Serkis y el resto de los actores de daban vida a los simios seguía siendo incuestionable- cualquier promesa de una aproximación seria a un conflicto entre especies se desvanecía a favor de una estructura de blockbuster de lo más arquetípica. Siendo difícil precisar cuanto es culpa de los cambios creativos de manos de una productora que probablemente comenzó a ver las posibilidades económicas -y cuanto de haber puesto unas expectativas demasiado altas en cuanto a sus posibilidades como sci-fi antropológica-, todo el trabajo empleado en desarrollar cómo César se empapó del conocimiento y la cultura de los humanos se desvanecía inmediatamente, para centrarse en una historia de buenos y malos en el que la fascinante situación de tener a una nueva especie inteligente llamando a nuestras puertas, se veía reducida a un mero conflicto territorial.
Resulta incluso difícil no plantearse de qué servía tanto esfuerzo en dar realismo a los primates, cuando luego actuaban como personas disfrazadas de simio. Personas mudas que en su mayoría se comunicaban mediante lenguaje de signos, sí. Pero quien busque cualquier mínimo de representación de las conductas sociales y culturales propias de unos chimpancés, orangutanes y gorilas que hubieran desarrollado una inteligencia privilegiada, que abandone toda esperanza al entrar al cine.
Puede entenderse en el caso de César, que pasó toda su vida criado entre humanos, pero ¿qué pasa con el resto? ¿Dónde están los chimpancés inteligentes manifestando las tendencias agresivas, voraces y caníbales que tienen estos simios en la naturaleza? ¿Por qué razón ningún gorila hace gala del carácter territorial y la exaltación del imperio de la fuerza común entre los suyos? ¿De verdad aceptarían los gorilas la autoridad de los mucho más pequeños chimpancés sin disputarla? ¿Qué hay de la actitud mucho menos sociable de los orangutanes? Con un grado de caracterización nula, es cómo si por alguna extraña razón, junto a la inteligencia les hubieran llegado nuestros mismos valores morales y un afán pacifista y benevolente que elimina cualquier rasgo propio estas especies.
Cayendo en el sempiterno error de sobrehumanizar a los animales trasladándoles actitudes humanas, el único que se salía mínimamente de la actitud apersonal de los simios que seguían a César era Koba, y aun así era más por jugar el muy humano rol de la oveja negra marcada por un trágico pasado, que de cualquier intento serio de reflejar una sociedad de simios de diferentes razas que hubieran alcanzado una inteligencia similar a la nuestra. Nada de tensión, nada de conflicto, ninguno de los problemas de cualquier cultura emergente que pueden verse plasmados con mucha más credibilidad y vida en series como 'Vikingos'... Pero ni entre los monos ni de estos con los humanos, siendo cualquier tipo de choque entre ambas especies más producto de malentendidos y conspiraciones de terceros, que porque en algún momento se estuviera abordando un conflicto evolutivo tan serio como el que prometía la película.
Es triste tener que afirmar que en cualquiera de los aspectos citados las secuelas de la original fueron con toda seguridad mucho más efectivas, presentando una serie de facciones, conflictos internos y complejidades morales que en la versión más reciente no aparecen por ningún lado. Y así llegamos a 'La Guerra del Planeta de los Simios'. Porque si hemos hablado tanto de la evolución de las generalidades de la saga y la última entrega en particular, es porque el final de esta nueva trilogía vuelve a hacer gala de los mismos vicios y virtudes de 'El Amanecer del Planeta de los Simios'. Mejora en gran parte en lo que respecta al bando de los humanos, con la introducción de diferentes bandos en los que al fin puede palparse la seriedad de la situación a la que se enfrentan nuestros congéneres. No es que termine de ser perfecta, ya que hay mucho del Koba de la anterior entrega en el personaje de un sobreactuado Woody Harrelson que en todo momento se muestra como un militar desquiciado a la altura del Robert Duvall de 'Apocalipsis NOW!' (siendo además de los pocos personajes humanos que realmente consiguen algo de relevancia).
También hay más complejidad moral dentro del bando de los simios, pero igualmente se reduce a César y dos o tres simios más, dejando de nuevo la impresión de que el resto de la especie no son sino comparsas sin identidad de este. Dejando muy poco espacio para que otros personajes como Maurice, Rocket o Luca puedan desarrollarse como algo más que la Comunidad del Anillo de César, La Guerra del Planeta de los Simios deja la inevitable sensación de que lo de “guerra” se le queda muy largo, reduciendo todo el conflicto a un encuentro entre César y los suyos con un bando rebelde de soldados.
Salvándose de lo dicho la incorporación del Bad Ape de Steve Zahn, Red y la pequeña que César y los suyos recogen su camino, poco se puede reprochar en cuando a un despliegue técnico que una vez más vuelve a ser irreprochable. Más cerca de blockbusters creados sin más objetivo que el espectáculo emocional altisonante como 'Ben-Hur', 'Avatar' o 'Titanic' que del carácter incisivo de otros como 'Espartaco', 'Arrival' o la película original de 'El Planeta de los Simios', si lo que buscas es lo primero, todo lo que pagues por la entrada sin duda se va a ver amortizado con creces. Si eres más de lo segundo, es más probable que lo que obtengas sea un festival visual inocuo al que -sin llegar a ser ofensivo- le sobra media hora y exceso de subrayado.
Y es que en general, 'La Guerra del Planeta de los Simios' pone fin a la trilogía con la sensación de que apenas ha sabido sacar partido al conflicto que abordaba, siendo la parte de la ciencia ficción en la que más flaquea. Tampoco es que le falten momentos de lucidez en este término, como ese turbador silencio roto tras la llegada de los militares, pero es imposible quitarse de encima la sensación de que para todo el esfuerzo volcado en que el envoltorio de la nueva trilogía luciera lo más espectacularmente imposible, se han olvidado de concederle una verdadera sustancia que haga de esta algo más que un lustroso parque de atracciones dedicado a la original.
En resumidas cuentas, 'La Guerra del Planeta de los Simios' gustará a los conversos que acudan al cine a por una nueva ración de emociones, alegrías, tensión y alguna que otra lágrima a costa de estos simios ultrarrealistas a los que hemos convertido en una versión idealizada de nosotros mismos. Una reincidencia más en la tan machacada y perniciosa exaltación de la vuelta al primitivismo como camino de la felicidad. Si buscas algo más, es probable que no puedas evitar sentirte decepcionado con una saga a la que le queda muy lejos la liga de David Lean en la que intenta jugar, y que ha terminado siendo más envoltorio que contenido.
Esta es nuestra crítica de 'La Guerra del Planeta de los Simios', la última entrega de la nueva trilogía de la popular saga de ciencia ficción.