Crítica de 'Nightcrawler', Jake Gyllenhaal busca carroña
Crítica de 'Nightcrawler', basura humana de la mejor clase
Jake Gyllenhaal es escoria. Escoria humana de la más baja vileza. Un ser amoral, carroñero y sin escrúpulos que repta abriéndose paso entre despojos, mientras se lleva por delante a todo el que le pueda servir para continuar trepando, sin dejar más que un rastro de cadáveres y estiércol por allá por donde camina. No hablamos de el propio actor, por supuesto, quien probablemente sea un tipo la mar de majo en su vida privada, e incluso se deje querer como ya pudimos ver en 'Brokeback Mountain'. Al que nos referimos al propio personaje de Jake Gyllenhaal en 'Nightcrawler', quien prosigue la senda marcada por el voraz Lobo de Wall Street de Leonardo DiCaprio y la acomodada cómplice del buen vivir 'Blue Jasmin' de Kate Blanchett, elevando el listón de la ruindad humana en pleno siglo XXI a cotas hasta ahora inéditas.
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Producto directo de la sociedad en crisis que vivimos -crisis económica, personal y humana, pero sobre todo crisis de valores-, cabe recordar que antes de que se usara para bautizar a un personaje meapilas de los X-Men, rondador nocturno era el nombre de un gusano. Un gusano escuálido, repugnante y con ojos saltones que por algún motivo somos incapaces de contemplar, y a la que el guionista de 'El Legado de Bourne' Dan Gilroy ha dedicado su debut como director.
Un tipo majo
Y es que hay una irresistible fascinación en torno a estas criaturas impías cuyo único fin parece ser recordarnos lo bajo que podemos caer la humanidad cuando los hombres de buena voluntad bajamos la guardia. Eso, y el terror que despierta pensar que se nos viene encima toda una generación de Louis Bloom de sonrisas perpetuas, palabras de aliento y miradas vacías. Gentuza criada en un vacío total de referentes, supliendo su falta total de empatía con manuales del camino al éxito y otros panfletos de autoayuda con los que alimentar sus monstruosos sueños.
No hablamos ya de relativistas morales que son conscientes de las reglas pero deciden ignorarlas en beneficio propio ni de aquellos que decidieron mirar para otro lado mientras vivían la sopa boba. Hablamos de auténticas alimañas de la recesión. Alimañas que se criaron bajo la condena del ni oficio ni beneficio forzado, abandonando la penumbra de sus habitaciones para alimentarse de lo justo para no caer en la desnutrición, o comprobar alguna vez que otra si el mundo los mantenía olvidados en el vacío del “Sin estudios, ni trabajo, ahora y siempre, por los restos de los restos. Amen”.
Majísimo
Gente que en muchos casos no han tenido más contacto humano que internet, oteando entre los rincones más oscuro mientras rumiaban en busca de una puerta de salida entre los '10 consejos para ganar dinero fácil y rápido', manuales de 'Cómo optimizar tu rendimiento' descargados a través de torrent y vídeos de gatitos y gente que irrumpe en ceremonias a golpe de fusiles de asalto. Algunos consiguieron encontrar una vía de escape y son gente de bien que sigue flirteando o no con su época de troll de la caverna. Muchos siguen allí atrapados sin saber aun que hacer con sus vidas, y les deseamos la mejor de las suertes para que la vida les de un respiro. ¿Otros? Otros salieron convertidos en auténticos monstruos. Monstruos psicópatas que miraron a todos esos hijosdeputa que se aprovecharon del estado del bienestar para perpetrar el gran atraco del siglo, y que dijeron “Lo que tiene ese, lo quiero yo”.
No hablamos ya de pecadores, sino del pecado hecho carne, y que tan genuinamente representa un Gyllenhaal desgarbado y sonriente, con el que más de uno tendrá que apartar la mirada al ver en él una imagen demasiado reconocible. Un mal con muchas formas al que todos nos hemos encontrado alguna vez a lo largo de nuestra vida, recibiendo una mano amable acompañada de un bombardeo de manual, sin saber que todo lo que tenía en mente era “A ver como le saco a este cabrón hasta la última gota de sangre”. El estandarte de una nueva ola de capitalismo en el que Lou no actúa con la picardía del truhán que se salta las normas, sino con las impasibilidad del que pasa por ellas como una apisonadora, sin ver otra cosa que obstáculos a desbloquear con el mando de la Play.
Se que está muerta y esas cosas, señora, ¿pero le importaría decir unas palabras?
Pero por muy horroroso que resulte -como ocurre con las películas de terror- es imposible apartar la mirada, siendo inevitable dejarse llevar a través del festival de la atrocidad que nos ofrece 'Nightcrawler'. Y es divertido, perversa y diabólicamente divertido, ver como Lou pasa por encima de todo el pobre desgraciado que se interpone en su camino en esta especie de thriller en la que todo es una oportunidad para sacar tajada. Mejores, peores, buenos, malos... Da igual. Como si de una justicia divina se tratase, el jefe de Video Production News arrasa con todo, y aunque en el fondo probablemente nos escandalicemos y seamos conscientes de que aun tipejo de esta calaña probablemente nos tocaría jugar el papel de Riz Ahmed, es tan terroríficamente irresistible verlo ingeniárselas para salir indemne que seremos incapaces de dejar de mirar la pantalla con nuestra sonrisa amplia y nuestros ojos desencajados.
¿La película? A veces bien, otras demasiado histriónica, es lo de menos. 'Nightcrawler' es el espectáculo de siete pistas del Lou Bloom de Jake Gyllenhaal, y todo lo demás no es sino atrezzo para disfrutar viendo como lo destruye todo para seguir escalando peldaños como una piraña a través de una escalera de carne.
¿De que va 'Nightcrawler'? De uno de los mayores hijos de perra de la historia del cine. El tipo que habría vendido salvavidas a precio de oro mientras se hundía el Titanic, o a la madre de Bambi fileteada a la salida del cine. El tipo absolutamente ruin y deleznable de los que se las ingenian para quedar de buen tipo después de engañarte para que hipoteques tu casa y chantajear a tu novia para zumbársela mientras firmabas los papeles en el banco. Pura escoria humana con la que ni Tony Montana ni Jordan Belfort querrían cruzarse, pero que -al menos mientras se mantengan en la pantalla- en insánamente divertido verlos tramar sus fechorías.
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