Crítica de Ready Player One, la película que no devuelve al mejor Spielberg
Estaba claro: Ready Player One no era una película para Steven Spielberg y Ready Player One no devuelve al mejor Spielberg.
Corría el verano de 2011 cuando Ernest Cline, ya casi un cuarentón entonces, publicaba su primera novela, Ready Player One, un homenaje a los salones recreativos, a nuestras primeras videoconsolas y a las películas con las que crecimos, todo ello en un futuro sin esperanza donde la gente se divierte en una realidad virtual en la que puedes ser cualquiera de los ídolos que has tenido a lo largo de tu vida.
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Primeras críticas de 'Ready Player One' de Steven Spielberg
Es curioso el número de estados distintos por los que atraviesa este extraño vehículo que ha elegido Steven Spielberg para demostrarse a sí mismo, y al mundo, que aún puede dominar las taquillas del planeta. Y es que, aunque no lo parezca, el maestro más importante de la historia del cine lleva más de veinte años sin encontrar la taquilla merecida. Dede El Mundo Perdido, que era una película menor, el director de E.T. y la saga Indiana Jones no ha conseguido sumar mil millones en la taquilla mundial desde entonces. Y durante estos últimos años títulos tan mediocres como Black Panther o Rogue One los han sobrepasado. Spielberg necesita la taquilla y te necesita a ti. Así que tendremos que aceptar las reglas de este juego virtual.
Para empezar, es posible que estemos ante el peor guión que Steven Spielberg ha puesto en imágenes en muchos, muchos años. Las premisas y algunas de las circunstancias dadas son tan aleatorias que, al final, uno termina arqueando la ceja al escuchar un buen puñado de resortes estallar en mil pedazos.
Luego está la estética. No nos engañemos: la parte virtual de Ready Player One es fea. Horrible. Espantosa.
La película está a punto de romperse del todo cuando los personajes se disponen a bailar, otra vez, otra película, la fiebre del sábado noche. Pero, de repente, la historia hace una cosa que resulta más inteligente de lo que todos pensaban en un principio y, en un movimiento maestro, utilizando uno de los cientos de guiños cómplices de la trama, borra todo lo sucedido anteriormente para empezar a parecerse, poco a poco, en una película de Spielberg.
De las simpáticas sin más, ni por asomo de las maestras, pero de Spielberg al fin y al cabo.
Otro acierto es ser consciente del ridículo batiburrillo literario de Cline para suavizar las pruebas sin resultar estomagante, porque otra cosa no, pero la novela empacha lo suyo. Referencias soltadas aleatoriamente para sumar. A veces 1+1 no son 2, por eso la película brilla realmente cuando sale del mundo virtual para vivir una aventura terrenal, trepidante, con una serie de personajes más o menos trazados pero con un villano que se erige como vencedor de la pelea. Ben Mendelsohn, como ese malvado criado en las entrañas de la grandeza, como becario malvado que termina trepando y pervirtiendo la originalidad. Pequeños reclamos atractivos junto a alguna que otra rebuscada y maniouladora, pero efectiva, licencia exclusivamente dirigida a un sector cinéfilo. Entre Hook y una de Final Fantasy, Ready Player One no decepciona, pero tampoco emociona. Siempre nos quedará Tintín.