Crítica de 'This Is a Film About the Black Keys': El dúo que rockea junto se mantiene unido, incluso en medio de rupturas de comunicación



	
		Crítica de 'This Is a Film About the Black Keys': El dúo que rockea junto se mantiene unido, incluso en medio de rupturas de comunicación

The Black Keys tituló "Brothers" uno de sus álbumes más populares, lo que a primera vista parece una declaración positiva de intenciones y, obviamente, de fraternidad entre los dos miembros del dúo de rock, Dan Auerbach y Patrick Carney. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿qué hay de los hermanos?

El término "matrimonio concertado" se invoca más de una vez en la película para referirse a la relación entre Carney y Auerbach, lo que parece un poco extraño, basándonos en lo que sabemos de la biografía compartida del dúo. Porque, ¿no crecieron como amigos de la infancia viviendo a pocas puertas el uno del otro en Akron, antes de formar un grupo de dos hombres que tuvo un ascenso a la fama muy, muy gradual? Todo esto parecería haber permitido mucho tiempo de noviazgo antes de que las presiones de la fama añadieran una tercera rueda a la relación. Pero la película del director Jeff Dupre lo deja repetidamente claro: estamos hablando de ellos. Y los hombres no hablan. Bueno, eso no es exactamente cierto: Carney, el voluble batería, es bastante famoso por abrir la boca. (La película dedica un par de minutos a una tonta polémica de 2014 en la que Carney hizo una ocurrencia sobre Justin Bieber a un equipo de TMZ, y se pasó el año siguiente siendo vapuleado por Beliebers). Pero, ¿discutir sus sentimientos entre ellos o el futuro del grupo? Eso es harina de otro costal entre músicos cuyo credo de trabajo a la antigua parece ser: más rock, menos charla.

"This Is a Film About the Black Keys" (que basa su prosaico título en la franca verborrea de la portada del exitoso álbum "Brothers") es un poco anticuada en sí misma, en el sentido de que trata sobre la creación y la ruptura de una banda de rock real. No ha habido muchos grandes grupos de rock que hayan irrumpido a lo grande este siglo, al menos no que tengan una credibilidad tan ampliamente aceptada como la que tiene este grupo con una fuerte influencia del blues. Los Black Keys parecen haber existido más de los 22 años que tienen, así que, si piensas en ellos como un grupo canoso y de mediana edad, que lo son, es sorprendente experimentar la frescura de las imágenes digitales de ellos como aspirantes con cara de bebé.

Parece como si alguien hubiera estado rodando material de rodaje en cada paso del camino, lo que hace de éste el raro documental entre bastidores en el que el director puede mostrar lo que iba bien o mal por el camino, sin tener que depender siempre de lo que se cuenta. Pero también hay un montón de narradores, desde Beck, la estrella de rock que los adoptó como teloneros favoritos, pasando por los primeros agentes y críticos, hasta la primera mujer de Auerbach, a la que se le da una sorprendente oportunidad para explicar cómo el hecho de que siempre fueran secundarios en la carrera de los Keys aceleró su divorcio. (Otras ex esposas y novias, incluida la tercera esposa de Carney, la cantante Michelle Branch, no están incluidas).

Para ilustrar el hecho de que Auerbach y Carney podían y de hecho se ponían de los nervios el uno al otro cuando paraba la música, hay una secuencia muy divertida de pantalla dividida -quizá el mejor uso de la pantalla dividida en un documental de rock desde "Woodstock"- en la que vemos sus personalidades divergentes el primer día de su primera gira. Carney está en el escenario para una prueba de sonido, quejándose de que la mezcla suena mal y de que su compañero no está por ninguna parte; a Auerbach se le ve feliz comprando en una tienda vintage la chaqueta de cuero con tachuelas que estrenará en el escenario esa noche. La secuencia lleva escrito "Este matrimonio está condenado al fracaso".

Y sin embargo no fue así, aunque las cosas llegaron al punto de que los Black Keys tuvieron un lapso de cinco años entre álbumes a finales de 2010 en el que, dice Carney, "tal vez hablé con Dan dos veces, tal vez intercambié menos de 10 mensajes de texto en tres años" (es de suponer que sus preocupados managers se comunicaban un poco más que eso). No se habló de disolver el grupo, explica Carney. En algún momento, Auerbach le envió a Carney una foto de un triste paisaje nuboso de la ciudad natal que aman/odian, Akron, y ése fue todo el acercamiento que necesitaban para reunirse. Es como el dulce final de una versión de "This Is Spinal Tap" en la que los héroes están más desarrollados intelectualmente, aunque no tengan ni idea de cómo relacionarse entre ellos.

Al final, dice Auerbach, "Nos hemos descubierto el uno al otro, en su mayor parte... Sólo somos dos personas muy obstinadas y testarudas, atrapadas juntas para toda la eternidad"."En realidad, no hay muchas pruebas en pantalla de que estos chicos hayan llegado a ninguna gran comprensión sobre el otro que vaya a engrasar las ruedas para siempre, no llega ninguna epifanía real de último acto que te convenza de que es menos probable que tengan un cisma serio ahora que en 2015 (o en 2008 antes de eso, cuando Auerbach terminó su primer álbum en solitario sin avisar a su compañero). "Ser gente a la que no le gusta comunicarse lo hace difícil", admite Carney. Da la sensación de que los dos músicos están hablando de su relación más con las cámaras de Dupre de lo que probablemente lo hayan hecho nunca entre ellos, pero si eso deja algunas preguntas persistentes sobre su estado de unión, da lugar a una película de colegas de rock 'n' roll bastante buena.

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