Crítica de Transformers: El Último Caballero, la peor película de Michael Bay
Michael Bay lleva peleando contra viento, marea, grúas, crítica y haters (a veces son lo mismo) desde que debutase hace más de 20 años con la simpática Dos Policías Rebeldes (Bad Boys), una película que, como prueba de testosterona cinematográfica y dominio del tempo del blockbuster, no estaba mal para ser la primera vez. Crítica de Transformers: El Último Caballero.
Un año más tarde demostró que no necesitaba de mucho más tiempo para presentar un trabajo de altura: La Roca, con una pareja acertadísima y un dominio prodigioso del tiempo y el espacio, hizo callar a todos los que no tardarían en abrir la boca de nuevo con Armageddon y Pearl Harbor, dos títulos que, tampoco vamos a engañarnos, se lo puso fácil a la jauría humana.
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Fue tal el descalabro que nadie reparó en que, entre las dos, se llevaron mil millones de dólares de recaudación. Mil jodidos millones de dólares DE MIL NOVECIENTOS NOVENTA Y TANTOS.
La venda siguió en los ojos del personal, que no supo o no tuvo el valor de admitir el mayúsculo espectáculo de Bad Boys 2, una de las mejores películas de acción de la historia del cine. La Isla fue un descalabro artístico que se equivocaba incluso a la hora de tomar referentes interesantes. Y llegaron los Transformers, con su toque Spielberg y aires de (estruendoso) cine ochentero para pasar las mejores tardes de verano. Entre medias, dos películas de altísimo nivel: Dolor y Dinero, su obra maestra, y 13 Horas, una vibrante recreación de un hecho real bastante chungo.
Centrándonos en el asunto robótico, si bien es cierto que su episodio anterior, posiblemente con la pérdida de Shia LaBeouf, se veía algo resentido de un protagonista carismático (seamos sinceros, los brazos de Mark Wahlberg distraen demasiado), al menos mantenía ciertas apariencias en cuanto a forma y fondo, en parte porque Ehren Kruger permanecía a las letras y aportaba, al menos, un intento de sentido común y continuidad.
El problema se vuelve insalvable en este último episodio, la primera película de la saga que puede obtener con total justicia el premio a “mayor basura del año” y que es, de lejos, la peor película de Michael Bay.
Entre nosotros, Rey Arturo no es la peor película sobre la leyenda que verás este verano. De hecho, está bastante bien, y después de sufrir este transformazo, es aún mejor.
Bay firma la peor película de su filmografía dejando claro lo cansado que está de todo este asunto: Inconexa, sin guión, sin personajes, sin actores… Transformers: El Último Caballero, duele especialmente cuando, además, deja claro el potencial que aún tenía por delante.
Las posibilidades reveladas en esta película, cuando parece que hay una historia (es decir, en unos 20 minutos sobre 150 posibles), abren un panorama de pasado asombroso, con los gigantes armados extraterrestres interviniendo en todos los grandes conflictos de la humanidad y ejerciendo de colaboradores de personajes ilustres de la humanidad, algo que podría haber dado lugar a una nueva saga ambientada en el pasado mucho más interesante que un fútil intento de devolver a la vida a los pesados inmortales de Highlander.
Cuando la película quiere empezar a serlo ya han pasado al menos 30 minutos de descontrol total: ¿quién es el protagonista de esta película? ¿Por qué los actores son tan malos? ¿Por qué los personajes parecen improvisados, por no hablar de las situaciones?
Y eso que, por momentos, la nueva entrega parece disfrutar con el traje de repudiado, de paria, de western bastardo de un grupo salvaje descontrolado acosado por otra banda de forajidos aún peor. Pero no, no hay tiempo para que sea divertido porque Bay pisa el acelerador a fondo. Lástima que en esta ocasión haya pisado el acelerador de partículas.
Transformers: El Último Caballero, es una herida artísticamente letal de la que no se recuperará por mucho que hayan avanzado algo en la siguiente entrega: no la querrá ver nadie.
Dolor y dinero, sí: el nuestro.