Crítica de "Un Dios Salvaje"
Este viernes día 18 llega a nuestras carteleras "Un Dios Salvaje", la última película de Roman Polanski, basada en la obra homónima de Yasmina Reza (guionista junto al director) y protagonizada por Kate Winslet, Christoph Waltz, Jodie Foster, John C. Reilly.
Empezaremos diciendo que, efectivamente, "Un Dios Salvaje" es una obra menor en la filmografía del director. No tiene la grandeza de "La semilla del diablo" ni de "Chinatown". Pero es que tampoco es justo compararla con ninguna de estas. Estamos hablando de una historia totalmente diferente desde el planteamiento.
Polanski tiene muy presente el origen teatral del texto y mantiene su esencia: un único tiempo, un único espacio y cuatro únicos personajes: dos parejas de neoyorkinos de clase media-alta que se reúnen para solucionar de forma cívica (en principio) un problema entre sus hijos.
La herencia teatral también se mantiene en la evolución (o involución) de los personajes: las caretas caen de una manera muy fugaz, sin elipsis. A tiempo real. Los personajes, que pueden pecar un poco de arquetipos, están perfectamente defendidos todos. Destacan sobretodo Christoph Waltz (que siempre es maravilloso) y Kate Winslet. Por un lado, la evolución de su personaje es el más difícil de que resulte creíble; por otro, la empatía es máxima. Todos conocemos a gente cuya Black Berry es una extensión de su cuerpo.
En lo que a la dirección se refiere, es impecable. Todos los planos aportan algo y la presencia de los cuatro personajes es continua. Tanto de forma directa como reflejada en espejos, elemento que aparece continuamente y muy bien utilizado.
"Un Dios Salvaje" es muy divertida y se ve con absoluto disfrute. Es negra y mordaz, y las situaciones a las que llegan resultan absolutamente verosímiles. Tampoco hay moralina y sermoneamiento, sólo pone sobre la mesa una realidad: amigos, somos todos unos hipócritas.