Crítica express de Le Havre

DE AKI KAURISMÄKI


"Le Havre" es un cuento que, cuanto más se hable de él, más magia se le quita. Por eso seremos concisos. Aki Kaurismäki crea en Le Havre, una ciudad de la costa de Normandía, un espacio único y fantástico. Tanto, que el tiempo se detiene en un pasado que al director finés le parece estéticamente más perfecto y que hace que esta película tenga algo mucho más bello.

Marcel es un limpiabotas cuya mujer cae enferma y él queda solo en su casa. Justo en ese momento, un adolescente africano consigue escapar de una redada a inmigrantes y Marcel se ocupa de él. De hecho, todo el pueblo lo hace, si no fuese por el típico vecino aburrido y al que le gusta fastidiar a la gente como forma de vida (seamos sinceros, todos tenemos uno de esos).

Desde el principio, se nos presenta un relato evidentemente antinatural (la primera escena de la limpieza de botas en la estación lo deja muy claro). No sólo es artificial la historia, lo es la estética y, sobre todo la iluminación. Una fotografía preciosa y evidente, focos que se encienden sin justificación, justificación que no se necesita.

La película posee un ritmo propio, tanto en la narración como en las interpretaciones, que provocan que te sumerjas en ese mundo tan personal del director. Y las referencias y homenajes a sus cineastas franceses preferidos están presentes en toda la película.

"Le Havre" no es un drama, ni una película de realidad social (aunque esté como trasfondo). Es un cuento para adultos, ligero, mágica, alegre y con puntos realmente divertidos. Opción ideal para pasar un buen rato en el cine y salir con una gran sonrisa.

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