Edward Mordrake, el verdadero dos caras que vivió en Inglaterra
Más allá de la leyenda que existe entorno a Edward Mordrake, de lo que no hay duda es que esta malformación genética existe y tiene el nombre de Diprosopia. Se trata de una anomalía genética que implica la duplicación de varios rasgos de la cabeza, incluyendo ojos, nariz, boca o incluso toda la cara.
Edward Mordake fue un hombre que nació con esta extraña malformación que le otorgó dos caras y que internet ha convertido en un monstruo adorable, una especie de Joseph Merrick (hombre elefante) convertido por su enfermedad en una atracción de feria.
DC: 10 héroes que todo el mundo olvida que derrotaron a Dos Caras
Los residentes en Inglaterra se someterán a pruebas de COVID-19 dos veces por semana
Según la historia popular, su otra cara tenía una voz tenue que solo Edward escuchaba. Sus ojos estrábicos nunca se cerraban pero podían llorar y seguir la mirada de todo aquel que soportara fijarse en ella. Mordrake aseguraba también que padecía insomnio debido a los odiosos susurros con los que su gemela diabólica le torturaba por las noches con voces salidas del infierno.
En un supuesto testimonio de Edward Mordrake aparecido en 1900 se podía leer: “La imaginación no puede concebir las tentaciones espantosas en las que me envuelve. Por alguna imperdonable maldad de mis antepasados estoy cosido a este demonio, porque estoy seguro que es un demonio. Yo ruego y suplico para que lo eliminen del mundo, aunque yo muera”
Lo que probablemente sumiría en una depresión a Merrick es el aspecto, los movimientos o tics involuntarios de su otra cara, la marginación social de la época y la condición a la que le sometía la sociedad que le tocó vivir. Todo ello obligó a Edward a incomunicarse y someter a su personalidad a las duras condiciones de aislamiento que pudieron desencadenar el supuesto suicidio.
Edward Mordrake, el verdadero dos caras que vivió en Inglaterra, tiene todo un mundo de folclore alrededor, empezando por las imágenes que tenemos suyas, demasiado claras para formar parte de una sesión fotográfica de dos siglos atrás.