Maus tenía que ser un cómic... por eso

Maus: Historia de un superviviente, de Art Spiegelman, es una novela gráfica que narra las experiencias del padre de Spiegelman, Vladek Spiegelman, durante el Holocausto. Originalmente fue un cómic por entregas que se escribió entre 1980 y 1991, y posteriormente se recopiló y publicó en dos libros separados. El padre y la madre de Spiegelman, Vladek y Anja Spiegelman, ambos judíos polacos, sufrieron todo el Holocausto. Maus se articula en torno a las entrevistas que Art realizó a su padre en 1978 sobre sus experiencias durante el Holocausto, y constituye una potente mezcla de memorias, biografía y metaficción.

Como obra impresa, Maus funciona mejor como novela gráfica que como prosa narrativa tradicional. Las razones para ello son numerosas y se prestan a la libertad que permite la presentación visual dentro del medio de la novela gráfica. Maus es única si se compara con obras similares como La noche, de Elie Wiesel, y El diario de Ana Frank, de Ana Frank, ya que, aunque también se basa en hechos reales, presenta su contenido de una manera y un estilo totalmente diferentes.

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El impacto de las imágenes

El simple hecho de leer sobre el genocidio ya es suficientemente perturbador. Sin embargo, verlo representado, de forma brutal y sin censura, es una experiencia sensorial totalmente diferente. Los personajes antropomórficos de Maus pueden dar la impresión inicial de ser un cuento infantil diluido, una píldora fácil de tragar para que los lectores más jóvenes aprendan sobre el Holocausto. Pero entonces se presentan imágenes como la de un niño al que se le abre la cabeza contra una pared de ladrillos en una salpicadura de sangre y vísceras. No se trata de un shock por el shock; es historia. No se suaviza el acto para ayudar al lector a digerir el contenido de la novela gráfica. La violencia se muestra en su totalidad, tal y como es necesario para el tema que se trata.

Las sutilezas de la metáfora visual

El concepto de "pasar" es algo con lo que muchas personas conviven a diario. Puede ser algo tan inocuo como adoptar varios personajes cuando se está en determinados círculos sociales. También puede ser algo tan importante como pasar por hombre o por mujer, por blanco o por no blanco, o -como ocurre en Maus- por judío o por no judío. Cuando Vladek y Anja se encuentran cada vez más atados a la sociedad fascista de la Polonia ocupada por los nazis, ambos hacen todo lo posible por pasar por no judíos. Esto se muestra de forma experta en la novela gráfica con una imagen de Vladek y Anja ocultando sus apariencias con máscaras de cerdo y gabardinas. Vladek está bien disfrazado, su aspecto físico de ratón queda oculto a la vista; sin embargo, la cola de Anja es totalmente visible, la metáfora es que Vladek podía pasar por no judío pero Anja no.

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Su aplicación de los temas posmodernistas

Hay un breve segmento en el que Art Spiegelman se aparta de la narración central de Maus y se dirige al lector en relación con el éxito de Maus como novela gráfica. La imagen que acompaña al libro muestra a Art sentado encima de una pila de cadáveres en descomposición, con las moscas llenando el aire alrededor de su cabeza. Como pieza de la literatura posmodernista, Maus muestra elementos definitivos del movimiento, como ser metaficción (como historia sobre un hombre que recopila información para escribir una historia), autorreflexividad (como se realiza en el segmento respectivo) e intertextualidad (ya que Maus es un texto basado en otro texto obtenido a través de la entrevista de Art con su padre). Maus también lleva el sello de los desafíos posmodernistas a la autoridad que estaban surgiendo como temas de finales de los años sesenta. En particular, tematiza la política, la historia y cómo se entrelazan.

La decisión de prohibir Maus en un distrito escolar de Tennessee está plagada de malas intenciones. El consejo escolar del condado de McMinn declaró que su decisión no se basaba en la ambientación de El Holocausto, sino en la inclusión en Maus de palabrotas, desnudez y temas como la virginidad y la autolesión. Es absurdo creer que las palabrotas y el cuerpo humano son más impactantes que las representaciones gráficas de un genocidio. La realidad es que el arte no es seguro. La industria del cómic tiene una larga e intrépida trayectoria en la enseñanza a los niños de lo terrible que puede ser el mundo, pero sobre todo de lo que pueden hacer al respecto.

Impedir que los niños aprendan la historia es inmoral e injusto. Es una bofetada directa a los hombres, mujeres y niños que la vivieron y murieron en ella. La afirmación de que "esto es inapropiado para los niños" es débil si se tiene en cuenta que los niños del Holocausto no tuvieron elección cuando les ocurrió. El Diario de Ana Frank es una prueba de ello.

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