Van Dyke Parks en la sala El Sol, algo más que un concierto

CRÓNICA DE CÓMO IDENTIFICAR A UN TITÁN EN TRES ACORDES

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Este pasado Martes, por cortesía de Houston Party, unos cuantos nos arrastramos después del duro trabajo (o de la dura ausencia del mismo) a la Sala El Sol de Madrid para ver a Van Dyke Parks.

Muchos no tendréis ni idea de quién es, muchos pensaréis que, con ese nombre, se trataría de otra banda de hype rock, con pantalones de pitillo, barbitas y camisas hawaianas (o de leñador, según la época del año) de H&M. Sin saber que, más que probablemente, hayáis escuchado la música (o, al menos sus sazonamientos musicales) alguna vez.

Hablamos de un señor que no solo ha producido y tocado con los Beach Boys, sino que, a medias con Brian Wilson, definió con 'SMILE' lo que un disco de culto (publicado casi 30 años después) debía ser. Pero en lo que ya es medio siglo de dedicación a la industria de la música, no se quedó ahí y la lista de la gente a la que produjo, hizo de arreglista, ayudó a lanzar o asesoró es descomunal, pongamos a Ringo Starr, Rufus Wainwright, Joanna Newson, Scissor Sisters, Harry Nilsson, Frank Zappa, Ry Cooder o hasta el mismísimo Bob Dylan para que os hagáis una idea.

De forma paralela, siempre ha encontrado un hueco para su carrera musical en solitario, que comenzó con el disco 'Song Cycle' en 1968. Una carrera tan irregular como poco popular, quizás debido a un estilo que nunca ha llegado a conectar con el momento en el que se vivía. Quizás porque cansado de decirles a los otros qué funciona mejor para vender, sus discos siempre los ha hecho para sí mismo.

Así, en forma de leyenda oculta de 70 años, se sentaba en un pequeño piano en el escenario de la sala El Sol. Mirando al público se podía paladear el sabor del verdadero Madrid musical, gran parte de la plantilla de RNE3, músicos que ya empiezan a rondar los 40 (o los 50) y viejos dueños de salas con mirada vidriosa y piel endurecida. Justo a nuestro lado, Julio de la Rosa y Abraham Boba (por ejemplo) miraban absortos como el buen señor sacaba energías de un ibuprofeno y nos abría su libro de visitas.

Porque ir a ver a este señor no es solo ir a un concierto. Es más como ir a una charla de un viejo profesor que se ha recorrido el mundo en mil aventuras y trae un álbum de recortes para ilustrártelo detalladamente. Sus canciones pocas veces llegan a tener el brillo fulgurante de un himno, pero es lo de menos. Cuando miras fotos y recuerdos, no son las fotos con mejor encuadre del mundo, ni los souvenirs artísticamente mejor dotados, pero, si te fijas bien, verás que tienen esa tonalidad que tanto se propiciaba en la época de la que vienen y esa muesca que se hizo cuando la golpeaste contra aquellas escaleras en las que te escondiste para darte el lote como si no hubiera mañana.

Y eso es su música, un recorrido por la América musical en un mezcla pastelera que con ingredientes de americana, bluegrass, psicodelia amigable, foxtrot o, claro, Broadway. Su continente no lo forman paisajes naturales y decisiones vitales, como en el caso de Bruce Springteen, ni océanos de miradas desoladas y perdidas como en el de Leonard Cohen. Su continente viene en matices musicales escondidos en canciones aparentemente sencillas.

Si nos ponemos algo cursi, podríamos hablar de si detalles en un tapiz de influencias. De una manta de retales que tu abuelo te da para que no pases frío. Y Van Dyke Parks no es uno de esos retales, es el hilo que los une. No es un cantautor como Cohen o Springteen, es un músico. Vive por y para la música, reconoce la genialidad y la conecta con otras genialidades que aún resuenan en sus oídos.

Es por eso que reprima también cualquier anécdota que pueda restar protagonismo al trayecto que te propone por los matices de sus canciones (casi dejó a medias una preciosa que incluía a Ry Cooder y Bob Dylan). No ha venido para ser tu abuelo, ha venido para darte una clase magistral de lo que ha sido la música americana de los últimos 100 años, eso sí, contado, no, cantado, de la forma más paternal y cálida posible.

Van Dyke Parks habla y canta de su mujer, su Dios, su país y las cosas que ha vivido en momentos puntuales  y a todos nos pareció magníficamente presente, como la promesa de que todo sobrevivirá y nos sobrevivirá. De que la música, a pesar de recortes y envasados, es algo.

Gracias de nuevo a la sala El Sol y a Houston Party por contar con titanes como Van Dyke Parks para hacer que todos nos despidiésemos entre nosotros con una amplia sonrisa a pesar de haber sido un duro martes de trabajo.

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