'Vengadores: Infinity Wars', ¿la verdadera película de Dragon Ball Z en imagen real?
El secreto del éxito de 'Vengadores: Infinity Wars', la verdadera película de Dragon Ball Z en imagen real
Hace años, antes de que el mundo fuera mundo o al menos tuvieramos edad suficiente para entenderlo como tal, los hijos de toda una generación descubrimos un horizonte sin límite a base de artes marciales, mitología china, Kamehamehas, transformaciones pintorescas y monstruosos seres espaciales con potencial de destruir planetas. Solo tuvimos que encender el televisor, y en un instante la imagen de Goku concentrando todo su chi para alcanzar la forma de legendario Super Saijan para vengar la muerte de Krilin a manos de Freezer hizo que miles de millones de niños y niñas se convirtieran en hombres y mujeres. Bueno, o por lo menos en pubertos hiperacelerados con ansia de miradas de venganza, combates de destrucción masiva a nivel tectónico, cuerpos musculados, estética noventera y festivales de luces simulando aumentos imposibles de poder.
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No es que no hubieramos visto a aquel chaval campechano ya recorrer el mundo en busca de las Bolas de Dragón, entrenarse cual Karate Kid con un señor mayor, luchar contra una suerte de organización maligna a lo película de James Bond o participar en mil torneos de artes marciales. Pero fue tras el enfrentamiento contra Piccolo -padre e hijo- cuando aquel imbatible muchacho con cola de mono que en las noches de luna llena se transformaba el Ozaru terminó de conquistarnos al elevar su hiperviolencia apocalíptica a niveles que por entonces ni siquiera considerábamos imaginables para una serie de dibujos animados.
Distanciándose del tono a lo Hideo Miyazaki de sus primeras temporadas para virar a lo que todos terminamos teniendo en mente cada vez que hablamos de la serie, el nuevo enfoque empapado de la influencia de Superman, Star Wars, la saga Terminator e incontables fuentes más quizás ya no fuera tan del gusto de la crítica, pero para los que aun contabamos con una edad suficientemente influenciable supuso una experiencia única de las que difícilmente se olvidan. Preguntale a cualquiera entre los 20 y 40 años por el combate de agotamiento contra Vegeta en el desierto, la destrucción de Namek, la llegada de los androides o el indestructible Boo, y seguramente lo retrotraigas hasta los momentos más vibrantes que haya vivido en su infancia frente a un televisor.
Dejando tal huella que en el mundo del manga, el anime e incluso el cómic -hola, 'Invencible'- son incontables las series que han intentado continuar su estela, en lo que al cine respecta la cosa es muy diferente, y a pesar de que no han sido pocos los intentos de conseguir algo similar en imagen real, si que lo han sido los que se acercaron siquiera a lograr algo mínimamente parecido a la obra de Akira Toriyama. Para el recuerdo, un par de películas de 'Dragon Ball' en imagen real, la última de las cuales fue una mancha tan irreparable para la imagen de las adaptaciones de mangas y animes en imagen real que el género nunca se ha podido recuperar.
Mejor le fue a la saga Matrix en su intento de ofrecer al mundo del blockbuster occidental algo del legado del shonen oriental con superpoderes. Pero apenas fue un primer acercamiento posteriormente aniquilado por la primera película de 'Dragon Ball' rodada en Estados Unidos, dejando cualquier intento de obras como 'El Hombre de Acero' de Zack Snyder para volver a intentarlo en un festival de improductivos cabezazos contra un muro. Parecíamos condenados a no encontrar nada que consiguera captar desde la realidad aumentada de la imagen real aquella misma sensación que vivimos mientras Vegeta se arrastraba por un árido desierto mientras Goku yacía en el suelo maltrecho y Krilin se disponía a dar muerte al primero con una espada.
Parecía que nunca volveríamos a sentir una amenaza del nivel de Freezer, con sus esbirros extendiendo la muerte por Namek en busca de las Bolas de Dragón, para acabar en cataclismo interplanetario en el que el indestructible villano destruía planetas con la punta de sus dedos. Comenzó a hacerse impensable que en algún momento llegásemos a ver un peligro tan sibilino como el de esos androides destinados a destruir el mundo, extendiendo su mortífera mano como un cuchillo de ciudad en ciudad, sin que nos imaginásemos que la peor amenaza era un ser insectoide genéticamente modificado que iba detrás de ellos. ¿Villanos indestructibles a los que por mucho que les lances siempre sobreviven, demostrando ser más y más fuertes? Olvídate.
Hasta que llegó 'Vengadores: Infinity War'. Aunque indudablemente la película de los hermanos Russo tiene mucho de las sagas y comics que toman como base, a la hora de su traslación audivisual no es un film tan próximo a la densidad narrativa o el ímpetu poético de Jim Starlin y Jonathan Hickman, y sí quizás algo más a una influencia mucho más televisiva. Buscando la aproximación más fácilmente digerible a la hora de reunir a todos los suiperhéroes Marvel en la pantalla grande, poco hay en el film de abstracciones metafísicas con las que distutir sobre la vida, el infierno y la muerte, ni de batallas estelares de masivas.
Pero lo que si podemos encontrar es una continua sucesión de enfrentamientos de desgaste distribuidos a lo largo de la cinta, en los que siempre está presente un enfoque eminéntemente físico, y la ostentación del nivel de poder. Ya sea enfrentándose a Thanos o sus esbirros, la nueva película de los Vengadores se mueve en el punto exacto en el que Dragon Ball se vio influida por el cómic de superhéroes americano y su despliegue de niveles de hubilidad imposibles, y el cómic de superhéroes americano se vio influido por el shonnen japones con su violencia descarnada y excesiva. Autores como Frank Miller y Akira Toriyama fueron responsables de ese travase enfoques que tanta huella ha dejado a ambos lados del Pacífico durante los últimos cuarente años, y que en el cine de imagen real nunca se ha visto plasmado con tanta plenitud como en 'Vengadores: Infinity War' (Spoilers en las líneas que viene a continuación).
Mucho hay en la traumática derrota de Hulk a manos de un Thanos al que solo le bastan los puños para hacerle morder el polvo de los complejos y neuras que han perseguido al personaje durante toda su vida, pero también de la tradición heredada del shonen tan presente en 'Dragon Ball Z', donde toda introducción de nuevo personaje superpoderoso venía acompañada trámite de derrotar a alguien que sabíamos lo era mucho para que tuviéramos claro la seria amenaza que este era (desde el primer Picolo al primer Guerrero del Espacio matando a Goku, pasando por Vegeta temeroso de Freezer o Trunks acabando con este sin esfuerzo). Mucho en el drama de Thor al ver a toda su raza exterminada de la versión Ultimate de Jonathan Hickman, pero también de aquel Goku vapuleado que encontraba la motivación para seguir luchando cada vez que alguien mataba a Krillin (rol que aquí desempeña Loki).
No hablemos ya del conseguir un objeto místico con aumento de poder de por medio para derrotar al villano -como mil meces ocurrió en la serie de Akira Toriyama tanto como en los comics Marvel del dios del trueno-, de esa conviencia de gente corriente y criaturas pintorescas, la batalla multitudinaria que tiene lugar en Titán, ese ir derrotando a peligrosos sicarios uno a uno hasta llegar al gran villano final, que ni todo lo que vuelquen sobre este parezca frenarle mientras eventos apocalípticos tienen lugar a su alrededor o el nivel de desgaste al que llegan los personajes -buenos y villanos- hasta alcanzar el cataclísmico enfrentamiento final.
Ya sea deliberado o por mera confluencia al moverse en ese punto donde el shonen más exagerado y las batallas de superhéroes más hiberbólicas y descarnadas están en su máxima próximidad, 'Los Vengadores: Infinity War' ha terminado encontrándose a si misma siendo la película de toda la historia del cine que más se parece a lo que cualquier aficionado de los mejores episodios de 'Dragon Ball Z' llevamos eones queriendo poder ver en imagen real. Así tenemos a Thanos como un Freezer perfecto, a unos Hijos de Thanos a los que solos les hace falta hacer la formación Ginyu para ser los esbirros perfectos, esa coralidad heterogénea de las mejores sagas de Toriyama -donde Thor podría ser el citado Goku, Stark el cerebral Piccolo, Strange un reacio Vegeta y Spider-Man cumplir el rol de un idealista Gohan- y el nivel general de poder y apuestas elevadas el que podríamos encontrar cualquier día en el shonen.
Hasta ese final en el que solo falta que los protagonistas se planteen ellos mismos buscar las Bolas de Drag-- perdón, las Gemas de Infinito por el desastre ocasionado difícilmente podría ser más 'Dragon Ball Z'. Es por todo esto que hasta que al fin alguien se atreva a hacer una película como Akira Toriyama manda, 'Vengadores: Infinity War' es la aproximación más perfecta que uno pudiera haber imaginado nunca, para disfrutar una y otra vez hasta que veamos a Goku y los suyos plasmados en la pantalla grande como se merece.
Si algún fan de estos todavía ni se ha planteado ver la nueva película de los Vengadores, quizás debería empezar a considerar verla porque podría estar perdiéndose una experiencia que podría hacer que se reencontrase con su yo de la infancia. 'Vengadores: Infinity Wars' es la verdadera película de Dragon Ball Z en imagen real que estábamos esperando. O por lo menos, lo más parecido.