Crítica de Bright, guerra de bandas en la Tierra Media

NO, NO ES LA PEOR PELÍCULA DE 2017

Crítica de Bright, guerra de bandas en la Tierra Media

Casi cien millones de dólares, eso es lo que ha costado la película de David Ayer escrita por el hiperactivo Max Landis. Bright es una inversión que ocupa una parte simbólica entre los gastos de una compañía que ingresa más de cien veces ese presupuesto. Sí, por desgracia nos ha tocado vivir una era en la que no se ruedan películas: se hacen inversiones.

Seamos claros: lo único que tiene Bright de Training Day es el póster. Bueno, y el guionista. La película de Ayer nos pone tras la pista de un mal día en la patrulla de un par de polis con serios problemas. En general. Uno no llega a fin de mes, está mal visto en el cuerpo y no cuenta con el respaldo de sus compañeros. El otro es un orco.

Durante una llamada de rutina, los dos agentes, interpretados por Will Smith y un irreconocible (y conmovedor) Joel Edgerton, se meterán en un lío entre razas mágicas como hadas, elfos, orcos y demás creaciones fantásticas. Sí, eso es una llamada de rutina.

Mantener el interés de un thriller policial de aire noir donde la investigación principal se centra en una varita mágica tiene mérito, y ese es el mérito de la película, conseguir mantener el interés a pesar de la pesada mezcla de un guión pretencioso y una puesta en escena limitada.

David Ayer no es ningún virtuoso, pero cuando tiene entre manos un guión con alguna idea graciosa, puede sacar un proyecto sin provocar vergüenza ajena.

Bright está llena de buenas ideas, pero también de otras horribles. Max Landis sigue empeñado en demostrar lo listo que es y claro, termina por agotar, algo que demuestra con sus últimos diez interminables y torpes minutos.
No hace falta ser el hijo del director de Un hombre lobo americano en Londres para saber que una mala noche puede terminar como El señor de los anillos.

No, no es la peor película de 2017.

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