Crítica de Death Note, la última polémica de Netflix
Netflix se ha convertido en el nuevo "una peli de domingo", pero aún necesita conseguir una cadena de aciertos seguidos como dios manda. Crítica de Death Note, la última polémica de Netflix.
Todas productos originales, con poquísimas excepciones, tienen un brutal problema con la ausencia de cambios de ritmo. Todo va a la misma velocidad todo el tiempo, y eso hace muy difícil que una historia sea trepidante.
Es muy fácil quedarse en la superficie crítica de los problemas de condensar una obra monumental de 108 episodios en apenas 100 minutos, pero hay que saber lo que se ve, claro. Y esto no es más que la enésima maniobra de acercar del modo más atractivo y menos perezoso posible (en eso se han convertido la mayoría de las películas de esta década) a la mayor cantidad de público posible de todo el mundo.
Si uno no tiene mucha idea de la historia original, es bastante divertido ver como Adam Wingard, al menos al principio, se permite el lujo de introducir un gore muy prometedor que probablemente nadie haya superado en la plataforma de pago, pero que rápidamente deja de surgir efecto, más que nada porque hacia el ecuador de la película, la trama deja de presentar unas muertes muy jugosas que parecen salir de la saga de Final Destination para centrarse más en la investigación. Y es que claro, la película necesitaba un antagonista. ¿O en realidad L es el verdadero protagonista de la historia?
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Si bien el protagonista (¿o en realidad es el antagonista?) hace lo que puede, la función la roba por completo Lakeith Stanfield, del que ya habíamos disfrutado en Get Out hace unos meses.
Desde su primera aparición, dentro de una discoteca con más cadáveres que la de The Collection, atiborrándose de caramelos o sentándose como solo un zumbado como él puede hacer, la trama se oxigena con la aparición de un detective que intenta dar la vuelta a la tortilla al más puro estilo de thriller policial asiático.
Lo mejor de la peli, como casi siempre en la filmografía de su director, es el tremendo morro que tiene, la guasa con la que afronta los momentos climáticos y profundos y la mala uva de la selección musical. Resulta curioso que ahora que parece que Adam Wingard ha dejado atrás sus días dorados, porque los tuvo (y los tendrá de nuevo), y que sus trabajos rozan más que nunca la mediocridad, esté ahora en las agendas de algunos de los títulos más importantes de los próximos años. No en vano es el director de la ambiciosa Godzilla vs. Kong y del remake de I Saw the Devil, que volverá a unir al director con su guionista de confianza, Simon Barret. Junto a Barret ha logrado sus mejores títulos, con extraordinarios resultados en clásicos como A Horrible Way to Die y The Guest, además de estupendos entretenimientos de primera categoría del calibre de You’re Next.
Por eso, por ser Wingard, debes tener en cuenta que todo lo que te haga reír es absolutamente voluntario.
Te habrás olvidado de ella a los diez minutos, pero no es una mala elección para una peli de domingo.