Crítica de Spider-Man: Homecoming, el héroe a todo color
El regreso del hijo pródigo y del personaje de cómic más popular del mundo es un triunfo asegurado. Crítica de Spider-Man: Homecoming, el héroe a todo color.
Hay una cosa muy inteligente en la esperada incorporación del trepamuros al Universo de Los Vengadores, y es que, sí, tooooodo el mundo conoce a Peter Parker, así que para qué perder el tiempo en presentaciones.
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Spider-Man: Homecoming, no se anda por las ramas (su personaje, sí) y va directo al grano. Ta directo va que hasta se permite el lujo de tener dos arranques: el de Sony, un tanto vulgar y poco sorprendente, y el de Marvel, que, para empezar, da la bienvenida con una fanfarria que te hará esbozar la primera sonrisa de la tarde.
Homecoming es la fiesta que montas cuando el viejo compañero regresa triunfal tras un destierro donde no pudo demostrar toda su valía, huyendo del conformismo youtuber para intentar poner un poco de estilo y ganas de pasarlo bien pinchando mejor música en su propia fiesta. Y en ese sentido la película cumple con creces: hay color, humor, situaciones límite muy alejadas de lo que esperas en una película sobre el maldito hombre araña y un par de secuencias memorables. Lo curioso es que ninguno de esos detalles engloba una secuencia de acción salvo un par de detallazos en la secuencia del avión. Puede que por esa razón en realidad estemos ante el héroe más pop desde el Batman de Adam West.
Porque aquí lo que cuenta es el catálogo de situaciones, posturas y, el mayor acierto de todos, esos grandes planos generales que muestran al gran protagonista casi del tamaño de una arañita en la pantalla.
En el lado negativo podríamos destacar que, ya que no pierde el tiempo presentando a nadie, sus personajes podían tener algo más de personalidad, porque tanto la cuadrilla del cole como la tía May se reducen a mero aliño vacío, repitiendo situaciones y líneas para poder oxigenar la narración hasta la siguiente buena obra del protagonista.
Seríamos unos necios si tardamos más en reconocer que la película tiene más chistes acertados que la trilogía y pico precedente, pero, maldita sea, al igual que en aquellas, aquí también se viene a llorar, y creo que aquí no tocaba eso. Básicamente porque Peter ha llorado y llorará, pero en este dulce momento que narra la película no lo necesita. Otro detalle destacable sería la segunda secuencia post-créditos, la del final, que entre otras cosas reconoce que a veces hay otros que hacen las cosas un poco más ligeras y el resultado es igual de bueno o mejor.
John Watts explota muy bien el proceso de aprendizaje de un chaval de quince años que abarca y aprieta, pero que, aunque no lo crea, necesita un canguro, básicamente el tema principal de la película, aunque se líe un poco en dar rodeos. Rodeos que dicho sea de paso nos pillan con la guardia baja en el mejor y más emocionante momento de la película, todo un acierto del día a día y de la gente normal que en realidad es extraordinaria. Crítica de Spider-Man: Homecoming, el héroe a todo color: bienvenido a casa, tigre.