Crítica SIN SPOILERS de The Cloverfield Paradox, un paso atrás en la franquicia
Han jugado con todos nosotros. J.J. Abrams y Paramount Pictures han estado mareando la perdiz, jugando al gato y al ratón con el tercer episodio. Cambios en la fecha de estreno, retrasos, adelantos, modificación de título… y al final te levantas un lunes de febrero por la mañana y pum, The Cloverfield Paradox está en Netflix.
Prepara un café, ponte cómodo y lánzate al espacio.
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Anteriormente titulada God Particle (como reza en Imdb), la película supone, quiera o no, un paso atrás después de dos excelentes muestras de género y libertad creativa. Hace exactamente diez años asistimos al nacimiento de la reformulación del kaiju para el gran público occidental, que llegó de la mano del creador de Lost, que por entonces ya era director de Mission: Impossible III, la extraordinaria aventura de Ethan Hunt que devolvía a la saga a su lugar tras el error de cálculo de la entrega dirigida por John Woo.
Ocho años pasaron hasta que se desató la fiesta: 10 Cloverfield Lane era un estupendo segundo “episodio”, mucho mejor rodado y con un tempo más firme. Justo de lo que adolece la nueva entrega, la primera que se desarrolla fuera de nuestro planeta y que, en teoría, reformula todo lo que conocemos o creemos conocer de el universo Cloverfield.
Un grupo de científicos en órbita apuran las posibilidades de lograr recursos para sostener el planeta, lo que los llevará a abrir una serie de puertas que, para empezar, no deberían estar ahí.
Uno de los problemas, posiblemente el más importante, radica en su primoroso arranque. Una serie de posibilidades se abre ante nuestros ojos, infinitas, rebuscadas y complejas, que justifica más que otra cosa, el nuevo título de la película. Y es que la antigua partícula de dios es una gran paradoja. Es la gran paradoja.
Utilizando ese recurso para jugar al octavo pasajero, en lugar de acudir a extrañas llamadas de socorro quien se sube a bordo de una nave es precisamente esa paradoja. No destriparemos la forma en que aparece este inesperado invitado, pero sí destacaremos que, después de marcar un terreno fiable por el que seguir, finalmente decide atajar por el camino más perezoso, sin ganas de innovar y reciclando clichés más que trillados que dejaron de funcionar en los tiempos en que Supernova hundía a la Metro y a Walter Hill. En The Cloverfield Paradox no verás nada que no hayas visto en otras naves espaciales durante los últimos treinta años: Supernova, Event Horizon, Sunshine, Life… incluso Geostorm. El problema es que en el disparate auspiciado por los colegas de Roland Emmerich todo era mucho más divertido y sin la presión de dar un sentido global a un universo que, hasta ahora, encajaba sin tener que esforzarse en tratar de explicar de más. Además, la premisa original de la trama no puede ser más tramposa ni su tercer acto más perezoso. A un proyecto de estas características no podemos pedirle un clímax pasillero sin tensión. Esperemos que la cuarta entrega de Cloverfield devuelva a la franquicia al lugar que ocupaba hasta ayer mismo.