'El origen del planeta de los simios', entretenimiento de calidad
Una década después del decepcionante remake dirigido por Tim Burton, 20th Century Fox vuelve a estrenar otra entrega de la saga iniciada por la mítica ‘El planeta de los simios’ (‘The Planet of the Apes’) en 1968. La nueva propuesta es una precuela de la historia original cuya mayor novedad es que por primera vez no se recurre a actores maquillados y disfrazados para dar vida a los simios, sino que éstos son generados íntegramente por ordenador, gracias a la avanzada tecnología y el inspirado trabajo de la empresa Weta Digital (responsable de los efectos visuales de ‘King Kong’ o ‘Avatar’). Tal como está el panorama cinematográfico, y más concretamente la industria norteamericana, cabía esperar que ‘El origen del planeta de los simios’ (‘Rise of the Planet of the Apes’) fuera una simple excusa para lucir unas espectaculares creaciones digitales, en un vacío y aparatoso blockbuster veraniego. Afortunadamente, no es así. Cierto es que se trata de una superproducción (de 90 millones de dólares, modesta teniendo en cuenta lo que se está gastando actualmente) que necesita llamar la atención y contentar al mayor público posible, con la esperanza de obtener cuantiosas ganancias, que hay clichés (el malvado empresario), simplificaciones (esa cura tan milagrosa) y algo de prisa por avanzar la trama e ir al meollo de la cuestión (antes de que se aburran las nuevas generaciones, tan necesitadas de movimiento y estímulo constante), pero ante todo, ‘El origen del planeta de los simios’ es entretenimiento de calidad, un ejemplar espectáculo de acción y ciencia-ficción; una película intensa, divertida, inteligente y muy emocionante. Sin duda, una de las mayores sorpresas del año. Rick Jaffa y Amanda Silver firman el guion de ‘El origen del planeta de los simios’, cuya historia tiene lugar en la actualidad, en la ciudad de San Francisco. En un principio, la acción se centra en Will Rodman (James Franco), un joven y brillante científico de una corporación farmacéutica obsesionado por encontrar una cura para el mal de Alzheimer, con la esperanza de curar algún día a su padre (John Lithgow). El día en el que debe presentar los resultados de sus investigaciones, uno de los simios en los que ha estado experimentando parece volverse loco, escapa de su jaula y asusta a todo el mundo con un comportamiento especialmente agresivo, provocando que la dirección de la empresa cancele el programa de Will. Todos los animales son sacrificados, excepto una cría recién nacida, que el protagonista se lleva a casa. El huérfano es César (Caesar en la versión original, creado por ordenador a partir de los gestos y los movimientos, la interpretación, de Andy Serkis), un chimpancé que desde su más tierna infancia demuestra una capacidad de aprendizaje extraordinaria, superior a la de sus congéneres y más cercana a la de un ser humano; sus ojos verdes son una señal de que heredó el gen creado por Will para curar las enfermedades cerebrales, lo que en el simio ha provocado un aumento de la inteligencia. Con el tiempo, Will consigue recuperar su puesto en el laboratorio, ayudar a su padre y mantener una relación estable con una guapa veterinaria (Freida Pinto), mientras que César alcanza la madurez. Todo empieza a salir mal un día en el que César ataca violentamente a un vecino pensando que el padre de Will corría peligro; como consecuencia, el animal es encerrado en un refugio, donde descubre la penosa situación en la que viven otros simios. Will fracasa con la burocracia, y César comienza a trazar un plan para escapar, y alterar la relación entre el ser humano y el simio para siempre. Realmente, la trama no es exactamente nueva. En la (muy mejorable) cuarta película de la saga, ‘La rebelión de los simios’ (‘Conquest of the Planet of the Apes’), ya se narraba cómo César, el simio parlante hijo de Cornelius y Zira (quienes ayudaban al personaje de Charlton Heston en la película original, y que en la tercera entrega llegaban al presente, siendo asesinados cuando se descubre de dónde vienen), se hartaba de ver a sus semejantes convertidos en las mascotas y los esclavos de los crueles humanos, liderando una revolución tan pacífica como le era posible. En ‘El origen del planeta de los simios’ se repiten inevitablemente algunos elementos, si bien se modifica por completo tanto la procedencia de César como el entorno en el que se produce la rebelión, mucho más realista y creíble que en la secuela de 1972. Asimismo, se introduce un giro argumental que ayuda a explicar cómo se produce la situación post-apocalíptica de la que parte ‘El planeta de los simios’. Se ha puesto cuidado a la hora de encajar las dos historias, dejando caer algunos guiños para disfrute de los fans de la original. No son perfectas, pero las creaciones digitales de la película impresionan, hay escenas donde los simios parecen reales. Creo que fallan al humanizar tanto a César, su rostro y sus movimientos no resultan tan auténticos; aun así, uno se cree al personaje, que es lo importante. Rupert Wyatt se recrea quizá más de la cuenta en lo hábiles y fuertes que son los simios, para lucir los costosos efectos visuales, pero distrae poco de la narración, que se mantiene con pulso firme desde el interesante arranque hasta el espectacular desenlace (con la inestimable ayuda de la música de Patrick Doyle). El triunfo de ‘El origen del planeta de los simios’ queda de manifiesto cuando, tras estallar el conflicto, uno solo se preocupa por los simios, dando ganas de aplaudir al gorila que se lanza contra un helicóptero de la policía, para evitar que sigan masacrando a sus compañeros “rebeldes”. Cuya causa es justa, por cierto, se puede disfrazar con las excusas que se quiera, pero estamos maltratando a los animales, y de manera mucho más cruda de lo que se ve en el cine. Lástima que, en la vida real, no puedan protestar.